Estamos tan acostumbrados a ver el Sol como un disco sobre nuestras cabezas que, pese a que notamos el calor que nos proporciona en un día de verano, no somos capaces de hacernos una idea de la magnitud de ese astro.
Sus dimensiones son difíciles de imaginar. El Sol tiene un diámetro de casi un millón y medio de kilómetros, que tampoco nos dice gran cosa salvo si lo comparamos con otro objeto celeste al que estamos acostumbrados a ver: la Luna. Pues bien, la Luna, que nos parece tan alejada de nosotros, está a tan solo 400.000 kilómetros de distancia. Es decir que, si pudiésemos acercar el Sol y tratar de hacerlo pasar entre la Tierra y la Luna… sería imposible, dado que el diámetro del Sol es casi cuatro veces esa distancia.
En su núcleo interno se producen constantemente reacciones termonucleares que producen una temperatura unos 15 millones de grados, pero las dimensiones del Sol son tales que la energía producida en esas reacciones tarda un millón de años en llegar a la superficie.
En la superficie del Sol las temperaturas son de solo 6.000 grados, bajas si las comparamos con las interiores, pero es en ella donde tienen lugar todos los fenómenos que nos afectan como planeta. Este calor lo convierte en una sopa de iones y electrones (plasma) que vencen la gravedad del Sol y escapan formando el viento solar.
Manchas en el Sol
Además de ser un horno gigantesco, el Sol tiene campos magnéticos. A diferencia de nuestro planeta, que no tiene más que un campo magnético (Norte y Sur) que es el que orienta nuestras brújulas, las dimensiones de nuestra estrella son tales que hay multitud de campos magnéticos que se distribuyen por toda la superficie del Sol.
Mientras que nuestro campo magnético sólo tiene fuerza para mover la aguja de nuestras brújulas, en algunas zonas del Sol esos campos magnéticos son tan fuertes que no deja escapar la radiación. Eso es lo que llamamos manchas solares y, a nuestros ojos son oscuras, porque no dejan salir la radiación solar.
A veces, en el interior de estas manchas solares se acumula tal cantidad de energía que, de repente, vencen la gigantesca fuerza magnética que la tenían atrapada y se producen expulsiones de masa coronal (grandes bolas de gas que salen volando del Sol).
Eso es lo que está ocurriendo en los últimos días en el Sol, se ha formado una gigantesca mancha solar, cuyo tamaño es superior a 10 veces el diámetro de la Tierra, que ha producido una sucesión de gigantescas expulsiones de masa coronal, es decir de electrones, protones y núcleos pesados que se dirigen hacia la Tierra a velocidades comprendidas entre 500 y 1.000 kilómetros por segundo.
La Tierra un planeta casi único
Afortunadamente, a diferencia de otros planetas del Sistema Solar, la Tierra tiene un campo magnético que, aunque sea muy inferior al del Sol, representa un escudo vital para desviar la trayectoria de esas masas de partículas cargadas e impedir que lleguen hasta la superficie terrestre.
Sin embargo, hay veces, como es el caso del fenómeno que presenciamos estos días, que una parte de esas partículas cargadas eléctricamente procedentes del Sol alcanza la parte superior de la atmósfera, donde colisiona con los átomos y moléculas allí presentes.
Es, precisamente, en esas colisiones donde se producen intercambios de energía que hace que los átomos de oxígeno y de nitrógeno, los dos componentes mayoritarios de la alta atmósfera, emitan destellos de luz de diferentes colores. Estos destellos son muy leves y por eso sólo pueden apreciarse durante la noche.
El día 10 de mayo, una de esas erupciones de masa coronal cargadas de partículas golpeó el campo magnético de la Tierra, provocando la mayor tormenta geomagnética en casi 20 años. A la que seguirán otras durante las próximas 24 a 48 horas.
Auroras en España
No es la primera vez que se ven Auroras desde España, cada medio siglo suele producirse una gran intensificación de la actividad que llega a nuestras latitudes. En el pasado, su presencia sembraba miedos e incertidumbres, como cuando al comienzo de la Guerra Civil pudo verse teñirse el cielo de rojo, que el pueblo identificó como un presagio de tiempos sangrientos. En la actualidad, la aparición de las Auroras en nuestras latitudes es sólo tema de curiosidad, que permite acercar al lector a las causas físicas del fenómeno.
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