En los últimos años el Cambio Climático ha pisado el acelerador
Hace años que venimos anunciando el aumento de los procesos de ciclogénesis explosivas en aguas del Atlántico Norte, algo que cada temporada se hace más evidente, sobre todo en los países de Europa Noroccidental, ya que se han visto afectados en mayor medida por estos colosos meteorológicos con serias consecuencias. En los últimos años hemos publicado artículos sobre las anomalías de la circulación atmosférica, concretamente en los movimientos de la corriente en chorro o Jet Stream. En general en la última década hemos visto numerosos desajustes en la dinámica atmosférica y oceánica, que nos está llevando de una forma preocupante a eventos meteorológicos anómalos.
Sabemos que no podemos asociar uno o varios eventos extremos o anómalos al Cambio Climático, pero como digo, la recurrencia y amplificación de las anomalías nos indica que no estamos ante casos aislados o puntuales. Las anomalías y amplificaciones están bien identificadas en patrones opuestos, que parten de una circulación más meridional y tendencia del Jet Stream a desplazarse más lentamente o incluso a detenerse, provocando anomalías muy marcadas de distinta naturaleza, dependiendo de si la zona afectada queda bajo la influencia de los ramales ascendentes o descendentes.
Pero la circulación atmosférica de la que tanto hemos hablado en los últimos años, es una de las piezas del “sistema circulatorio” de nuestro planeta. Tan importante o más, es la circulación oceánica y su capacidad para distribuir el calor por el planeta. Como muchos ya sabéis, la corriente del Golfo es una de las arterias de la circulación oceánica, que consigue bombear calor al Atlántico Norte y nos permite tener en España y otros países de Europa Occidental un clima más cálido del que nos corresponde por latitud geográfica. Lo que le suceda al Atlántico Norte, tiene consecuencias muy importantes sobre el clima de nuestro país.
¿Qué le sucede al Atlántico Norte?
Pues desde hace años esta zona del planeta a diferencia del resto de los océanos, presenta unas marcadas anomalías negativas (temperturas por debajo de lo normal) ¿Qué es lo normal? pues la etiqueta que le hemos puesto nosotros los humanos por ser la que se ha registrado durante largos periodos de tiempo desde que hemos instrumentalizado las registros de temperaturas. Que sea normal para nosotros, no significa que sea lo normal para la tierra. En la tierra no existe una temperatura “normal” ya que a lo largo de la historia ha ido cambiando de forma importante, pasando por periodos de intenso frío o temperaturas más elevadas que las que tenemos ahora.
Vamos a ver lo que sucede en el Atlántico
Llevamos tiempo observando las marcadas anomalías del Atlántico Norte que en estas últimas semanas se ha acentuado de forma importante. Lo que vemos es como tenemos una zona de anomalías positivas muy marcadas desde las costas de Estados Unidos hasta las islas Azores, en claro contraste con las aguas mucho más frías que las rodean, bajando hasta las costas del Sahel africano donde las aguas más frías de lo normal se propagan por buena parte del Atlántico tropical. En las islas Canarias están dando buena fe del corredero de anomalías negativas que circulan por estas zonas del globo.
El resultado es muy llamativo:
Si nos fijamos en las desviaciones a nivel global, nos daremos cuenta de que en todo el Hemisferio Norte las aguas presentan una desviación positiva de + 0.4º, es decir, el agua está más caliente de lo habitual. Pero en cambio en el Atlántico Norte, las aguas están mucho más frías, alcanzando incluso desviaciones negativas de – 0.1º. El año pasado las anomalías positivas predominaban en el Atlántico tropical, potenciando la gestación de poderosos ciclones tropicales.
Estos cambios en la temperatura del Atlántico Norte comenzaron el pasado mes de Febrero cuando el Hemisferio Norte comenzó a recibir importantes pulsaciones de aire frío y nevadas récord.
Dichos cambios se han producido en la última década en diferentes ocasiones. No podemos sacar conclusiones de este hecho de forma aislada. De igual forma que una tos por si sola no indica una enfermedad importante, si va acompañada de otros síntomas sí puede mostrar un riesgo.
El cambio constante
El clima de la tierra está en constante cambio, y el hombre contemporáneo suele cometer el error de pensar que el clima con el que nace es el normal y todo lo que se desvíe de ahí, es clasificado como anormal. ¿Que pensarían los romanos cuando se les vino encima un periodo de intenso frío que contribuyó a la caída de su imperio? Los Romanos, al igual que ahora nosotros, pensaban que su época de crecimiento, expansión y dominio en un clima benigno conocido como el periodo Cálido Romano era lo normal, pero aprendieron que el clima de la tierra no es estable y que pasa por ciclos que obligan a todas las especies a adaptarse, pero en la actualidad lo hemos olvidado. Entre otros motivos, el Imperio Romano cayó por no saber adaptarse a un periodo de cambios bruscos en las condiciones climáticas, con periodos en los que las olas de calor y sequías se alternaban con intensas olas de frío. La actividad volcánica aumentó de forma drástica, produciéndose entre los años 235 y 285 hasta 5 erupciones.
En el periodo Cálido Medieval cuando se construían grandes catedrales y la vid se cultivaba en los países del Norte de Europa, las temperaturas eran más cálidas que las actuales. Posteriormente el Atlántico se enfrío de tal forma que los bloques de hielo llegaron a las costas de las Islas Británicas. Las malas cosechas y la hambruna se extendieron como la pólvora. Todo esto está documentado con proxy-data humanos gracias al trabajo de personas como Armando Alberola o Mariano Barriendos. El estudio de las cartas y documentos que nuestros antepasados dejaron, contienen información de las condiciones meteorológicas que se producían incluso en algunos casos, describiendo las anomalías detectadas en base al clima “normal” para su época.
La valiosa información que nos aportan
Tengo que decir gracias y mil gracias por lo que están haciendo personas como Armando o Mariano. La calidad y valor de la información que han extraído y organizado me está ayudando a entender lo que sucede en estos momentos y creo que nos puede ayudar a prepararnos y minimizar el impacto económico, social y vital que se nos viene encima.
Lo que está sucediendo no es nada nuevo. Tenemos la respuesta simplemente identificando lo que ya le sucedió a nuestros antepasados. Tan solo tenemos que aplicar un % (bastante elevado por cierto) de aceleración, posiblemente causado por nuestra actividad, pero el patrón es muy similar.
Las mediciones instrumentales son demasiado recientes y no nos muestran lo que sucedía hace 500 o 1000 años. Los proxy-data extraídos del hielo o anillos de los árboles están muy bien y dan información muy valiosa, pero los proxy-data humanos son la base, ya que nos muestra la percepción humana a los cambios que se producían y sobre todo sus reacciones y adaptaciones, o no. La información contiene datos muy valiosos, ya que los estudios los hacemos para nuestra adaptación a lo que pueda venir.
Creo que el ser humano actual está desaprovechando una información que por pensamientos errados de… como es antiguo no vale… nos perdemos en un mundo de tecnología que está muy bien, pero nos está haciendo olvidar de donde venimos…. y creo que la naturaleza nos va a devolver a la realidad de un “bofetón”… tal y como ya hizo con los Romanos.
Los síntomas del cambio
La actividad solar está dando síntomas de entrar en un periodo similar al que coincidió con la fase más fría de la Pequeña Edad de Hielo conocida como Mínimo de Maunder. A pesar de los estudios que defienden que la actividad solar tiene pocas consecuencias sobre el clima terrestre, o que la disminución de la actividad solar quedará compensada por el calentamiento actual, creo que nuestro astro rey tiene mucha más influencia sobre nuestro planeta de la que pensamos.
El clima terrestre y en general la atmósfera, responden a la energía que nos llega del sol. El sol es el causante de los fenómenos atmosféricos y por tanto, los cambios que pueda sufrir en su actividad tienen consecuencias en nuestro clima. Hay estudios que han demostrado una correlación entre la actividad solar y el comportamiento del Vórtice Polar y las ondulaciones del Jet Stream. No debemos fijarnos tanto en el aumento o disminución de la temperatura como si el clima fuese algo tan simple como esto. Las interacciones sol-tierra y las modificaciones que pueden provocar en la circulación y distribución de las masas de aire, son suficientes para desencadenar serios desajustes climáticos.
Durante el Mínimo de Maunder la actividad volcánica aumentó de forma significativa y diversos estudios han encontrado una correlación entre las erupciones volcánicas más importantes de los últimos siglos y una baja actividad solar.
En estos momentos tenemos una baja actividad solar después de atravesar uno de los ciclos solares más bajos desde que hay registros. El comportamiento actual del sol según muchos expertos, podría estar mostrando el inicio de otro periodo de actividad extremadamente baja, similar al del Mínimo de Maunder.
Actividad volcánica
Estamos viendo como diferentes volcanes en todo el mundo están despertando. Estamos pendientes desde hace semanas de lo que sucede en Hawai que lejos de parecer algo puntual, está mostrando síntomas de persistir. ¿Coincidencia? ¿son casos aislados que nada tienen que ver con la baja actividad solar? ¿o hay una posible relación?
La última de las erupciones la hemos visto este fin de semana en Guatemala:
En los últimos años me han preguntado muchas veces si creo que estamos entrando en una Pequeña Edad de Hielo. Mi respuesta es que la Pequeña Edad de Hielo forma parte del pasado y es un evento único, irrepetible, del mismo modo que lo es una tormenta o una borrasca. Te puedes preguntar si va a volver a tronar en Vigo y la respuesta es que si lo ha hecho en el pasado, va a volver a suceder antes o después. Pero la tormenta será única e irrepetible.
Lo que debemos preguntarnos en estos momentos, es si lo que estamos observando es compatible con un periodo en el que se puedan producir cambios importantes en el clima que nos obligue a adaptarnos de forma urgente. Del mismo modo que si vemos crecer nubes negras en una tarde calurosa de verano y escuchamos truenos, podemos pensar que podremos volver a tener tormenta.
Los acontecimientos que estamos observando en la última década comenzando por la sorprendente caída de la actividad solar, pasando por un desajuste de las estaciones, una amplificación de los extremos meteorológicos y un aparente aumento de la actividad volcánica, podemos identificarlo como las nubes negras que van creciendo en una tarde de verano que pueden anunciar una tormenta.
La increíble aceleración de los acontecimientos en los últimos años, sobre todo a raíz del histórico evento de EL NIÑO, pasando por la frenética actividad de la temporada de huracanes del año pasado y las olas de frío de Estados Unidos, son síntomas que no podemos pasar por alto. La extensión y acumulación de nieve durante este invierno en el Hemisferio Norte y la persistencia de las pulsaciones de aire frío que sigue llegando y alimentando la gestación de tormentas, tampoco podemos pasarla por alto.
Las anomalías que vemos en aguas del Atlántico Norte y los estudios que afirman que la corriente del Golfo se está ralentizando, nos tienen que hacer reflexionar. Estamos posiblemente ante un cambio climático abrupto que sin necesidad de estudios ni conocimientos, la población mundial está observando y sufriendo de una forma cada vez más notable.
Los cambios se está produciendo a tal velocidad, que hasta los más jóvenes están siendo conscientes de que el clima está cambiando de forma brusca.
¿Cual puede ser la causa de estos cambios?
Para poder responder a esta pregunta debemos preguntarnos por qué se producen los fenómenos atmosféricos en nuestro planeta. Cual es la fuente de energía que mueve el clima terrestre e influye sobre todos los planetas del sistema solar. Como su nombre indica, el sol es el rey de nuestro sistema y es el causante directo de que tengamos el tiempo atmosférico. Pero también tenemos que pensar en las consecuencias de la enorme cantidad de energía que desprende nuestro astro y que interacciona con el interior de nuestro planeta donde hay también gran cantidad de energía en constante movimiento.
No resulta difícil pensar que los cambios que se producen en el sol, puedan tener consecuencias sobre la actividad interna de la tierra, como un aumento de la actividad volcánica o sísmica. Los cambios en los campos magnéticos del sol y de la propia tierra tienen consecuencias, y en general la interacción sol-tierra creo que juega un papel fundamental en los cambios presentes y pasados. Lo que ocurre es que en esta ocasión parece que la velocidad a la que se están produciendo invita a pensar que la actividad humana ha podido acelerar el proceso.
Desde Meteovigo vamos a realizar un estrecho seguimiento a los “síntomas” que nos puedan seguir indicando que estamos inmersos en un Cambio Climático abrupto (CCA).
Lo que parece más que evidente es que estamos instalados en un patrón global de extremos muy marcados, con demasiadas similitudes con lo que sucedió al inicio de otros Cambios Climáticos que lejos de remitir, parecen acentuarse.
Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio
Charles Darwin
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